domingo, 22 de mayo de 2011

UNA MIRADA ANTICRISTIANA DESDE NIETZSCHE

Por Pablo O. González
Lic. en Filosofía

INTRODUCCIÓN

La modernidad ha traído consigo muchos cambios. Hoy en día es factible hablar –y se habla mucho- de libertad de expresión, de libertad para actuar, para hacer, para pensar, para crear, para jugar.

          Es indudable que la filosofía tuvo mucho que ver en estas trasformaciones, y por ende, aportes de varios pensadores. Pero he aquí un pensador al queremos estudiar y más aún sus visiones religiosas, sus aportes a este dimensión de persona humana, puesta en cuestión y analizada también desde varios puntos de vista y de diferentes ópticas de distintos teóricos.

Nos estamos refiriendo, al motor, propulsor e impulsor fundamental de las visiones actuales: Friedrich Nietzsche. Seremos más específicos aún, puesto que estudiamos aquí una obra en específico que es el Anticristo.

Desde este título podemos ya observar nada bonito ni placentero para los cristianos, pues ya nos revela una visión contraria al cristianismo. Es cierto, lo critica, lo cuestiona, lo acusa y lo condena. Precisamente este es nuestro objetivo con el trabajo, ver hasta que punto llega Nietzsche con sus cuestionamientos, con sus críticas y tratar de encontrar una apertura, una posibilidad, un elemento que nos ayude a recomprender esta realidad, este fenómeno que es el cristianismo.

Trasmutación de todos los valores, lleva por título el primer capítulo, que trata de explicitar la visión del mundo que trajo consigo el cristianismo y las transformaciones que son posibles hacer desde la individualidad. El segundo, Condena de muerte al Cristianismo, comprende la necesariedad de la muerte de esta visión para que el hombre sea libre y pueda plenificarse desde sus instintos. Es menester recordar que sería importante leer la obra para luego discutir mi visión particular al respecto.






TRANSMUTACIÓN DE TODOS LOS VALORES

Nietzsche expone un amor  sin igual por la vida misma, por la vida del hombre, y por el hombre. Todo su pensamiento gira en torno a este amor que mueve su filosofía. Sin embargo, en su mirada no hay que ver satisfacción, orgullo, alegría por el hombre moderno de la Europa moderna. Empero, siente todo lo contrario: ira, asco, repugnación, rabia, dolor, tristeza por el hombre que se ha creado y se ha ido construyendo a través de los siglos alrededor de “valores” morales que denigran, engusanan, parasitan realmente al hombre.  Y, entonces, Si no engalana a este ser ¿A qué hombre embellece? ¿Qué tipo de amor hacia el hombre y la vida es este que lo rechaza y que sólo manifiesta hacia él repugnación?

“Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado ¿Qué habéis hecho para superarlo?”[1]Luego añade: “El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad, sea el superhombre el sentido de la tierra”[2]. Con estas dos frases textuales del propio Nietzsche se da respuesta a la primera interrogación hecha más arriba. Él plantea  una nueva forma de ver, pensar y hacer las cosas. Esto lo cumple sólo aquel que puede romper los esquemas que tienen sello de modernidad. Así vemos la buena nueva de este pensador. Esta es la luz, la invitación que trae consigo para dejar al hombre viejo, desterrarlo, marginarlo, olvidarlo, superarlo y dar cabida al hombre nuevo, al superhombre.

Si bien es cierto que Nietzsche habla del superhombre con más detalles y específico en su obra “Así habló Zaratustra”, no deja de mencionarlo en la obra que aquí estamos analizando y que es “el Anticristo”. Sin embargo, esta última ya es una reacción de aquel hombre anunciado y proclamado en aquella primera, contra aquellos que lo denigran, lo rechazan y cómo él es el primero, casi el único –si es que no es el único- de esta especie de hombre. Ya no es anuncio del hombre nuevo y superior, es la denuncia de los “valores” que reprimen, machacan, destruyen al hombre desde la modernidad. “De esa modernidad hemos estado enfermos, -de paz ambigua, de compromiso cobarde, de toda la virtuosa sociedad propio del sí y del no modernos”[3].

De esta manera la modernidad, el mundo actual ha estado y sigue estando en un estado de decadencia tal que el hombre se ha corrompido, podrido, agusanado, infestado, alienado, con más sufrimientos e impedimentos que libertad y felicidad. Dirá Nietzsche, “mi aseveración es que todos los valores en que la humanidad resume hora sus más altos deseos son valores de decadencia”[4].

El superhombre es el que crea, aporta, construye nuevos valores para sí. Vive de acuerdo a sus instintos de poder. Esta construcción es la transmutación de los valores o transvaloración de todos ellos. Es decir, la inversión de lo que es valor, para el pensamiento y concepción modernos, es un antivalor y estos se han transformado y se han convertido en valores, en virtudes que son propios del instinto. “Nosotros mismos, nosotros los espíritus libres somos ya una transvaloración de todos los valores, una viviente declaración  de guerra y de victoria a todos los viejos conceptos de verdadero y no verdadero”[5].

Esta es la lucha, el enfrentamiento del superhombre que ve la necesidad de inventar los valores. El Cristianismo, las sociedades morales deciden, dan y hacen pensar de y en lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo que son por sí verdadero y falso, bueno y malo. Pero es factible romper las cadenas de la atadura. Los que no pueden son débiles y a ellos hay que eliminarlos, “los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además hay que ayudarlos a perecer”[6].

Sólo el tipo superior de hombre puede superar al hombre, y es más, se debe querer y hay que ser este tipo de hombre, para crear nuevos principios, nuevas virtudes, despojarse de las supuestas que ya se tienen y vivir la como deseamos y queremos y no porque “debemos”.




EL CRISTIANISMO Y SU PENA DE MUERTE
“Al cristianismo no se debe adornar ni engalanar”[7].

Al introducirnos al tema es muy importante tener en cuenta esta frase con que partimos este capítulo. Nietzsche no es de aquellos que ensalzan, halagan,  engalanan a la doctrina del cristianismo y mucho menos, al cristiano. Ve en todos ellos los que ellos ven en él: nihilismo, antivitalismo, odio por el ser humano, rechazo hacia la humanidad.

Dice Nietzsche, el cristianismo tiene “sólo finalidades malas: envenenamiento,  calumnia, negación de la vida, desprecio del cuerpo, degradación y autodeshonra del hombre por el concepto de pecado”[8].

Pero, ¿Por qué Nietzsche odia tanto al Cristianismo? ¿Qué ha hecho éste para merecer su condena? ¿Cuál es la visión que tiene sobre el cristiano? Y los propagadores de la doctrina, ¿Qué hay de ellos?

El cristianismo propone conceptos que subsumen al hombre a intereses viles que no hacen más que corromperlos. Estos conceptos no existen en la realidad y siquiera tiene  contacto con ella. Dice nuestro pensador:
“Ni la moral ni la religión tienen contacto, en el cristianismo, con punto alguno de la realidad. Causas puramente imaginarias (Dios, alma, yo, espíritu, la voluntad libre- o también la no libre); efectos puramente imaginarios (pecado, redención, gracia, castigo, remisión de los pecados).  Un trato entre seres imaginarios (Dios, espíritus, almas); una ciencia natural imaginaria (antropocéntrica; completa ausencia del concepto de causas naturales); una psicología imaginaria (puros malentendidos acerca de sí mismo, interpretaciones de sentimientos generales agradables o desagradables, de los estados del nervus simpathicus, por ejemplo, con ayuda del lenguaje de signos de una idiosincrasia religioso-moral, -“arrepentimiento”, “remordimiento de conciencia”, “tentación del demonio”,  “la cercanía de Dios”); una teleología imaginaria (“el reino de Dios”, “el juicio final”, “la vida eterna”).- Este puro mundo de ficción se diferencia, con gran desventaja suya, del mundo de los sueños por el hecho de que este último refleja la realidad, mientras que aquél falsea, desvaloriza, niega la realidad”[9].

Aquí todo un mundo de ficciones que Nietzsche propone. Toda la teología, el pensamiento, los conceptos, la realidad del cristianismo es imaginaria. Es un mundo de fantasía que no concuerda en nada con lo real.

Nietzche menciona que el cristianismo resulta un mundo de moral inconsistente y nihilista. Él ha hecho de un valor un antivalor, de una virtud, un antivirtud; “él ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo, el ha extraído de esos instintos, por destilación, el mal, el hombre malvado, -el hombre fuerte considerado típicamente reprobable”[10].

La compasión, el pecado, la culpa, la redención, términos puramente cristianos y que hacen inferior al hombre. El remordimiento, el arrepentimiento no hubieran existido si es el que cristianismo no hubiera de él un valor y una virtud. Desgracias para el hombre porque estas concepciones los cohíbe, los reprime, los subyuga a los deseos del no-amor a la vida. “Al cristianismo se lo llama religión de la compasión. –La compasión es antitética de los afectos tonificantes, que elevan la energía del sentimiento vital: produce un efecto depresivo”. Luego añade: “el cristianismo se ha osado llamar virtud a la compasión […] Dicho una vez más: este instinto depresivo y contagioso obstaculiza aquellos instintos  que tienden a la conservación y elevación del valor de la vida”[11].

El Cristianismo como institución no ha hecho más que degradar al hombre relacionándolo y haciéndolo depender de ser supramundanos, transterrenales, a atarles bajo nociones, sensaciones y significaciones absurdas y abstractas, que se hacen o se tildan a “sí mismo” como propagadores y predicadores de “la verdad” como si fueran dueños  de la verdad o la falsedad.

Fe, creencia un ser absoluto, trasmundano, supraterrenal, trascendental y superior, no es más que un discurso totalitarista que niega la individualidad y la creatividad del hombre no dándole valor como tal. Creer en un ser superior es no creer en sí mismo, pensar en una redención es sinónimo de sentirse “pecador” y humillado y no ser capaz de redimirse a sí mismo y superarse como individuo, disfrutando, gozando y viviendo los valores reales de la vida.

Los responsables de esta corrupción del hombre, de este nihilismo son los sacerdotes, religiosos, predicadores, teólogos. “Es necesario decir a quién sentimos nosotros como antítesis nuestra, -a los teólogos y todo lo que tiene en su cuerpo sangre de teólogo”. Sigue: “Mientras el sacerdote, ese negador, calumniador, envenenador profesional de la vida, siga siendo considerado como una especie superior de hombre, no habrá respuesta a la pregunta: ¿qué es la verdad? Se ha puesto ya cabeza abajo la verdad cuando al consciente abogado de la nada y de la negación de lo tiene por representante de la verdad”[12].
Los que siguen fácilmente a estos son los cristianos. El cristiano es un ser débil, inútil, que no tiene libertad de pensar, de decir, de actuar por sí solo. Es un hombre que no puede superarse y se deja engañar y/o maravillar por prédicas que los hipnotizan y los dejan atónitos. Se creó y se crió “el animal doméstico, el animal de rebaño, el animal enfermo hombre, -el cristiano”[13].

Después de haber leído, analizado, estudiado el caso se conoce la sentencia niezstcheana:
“Con esto he llegado a la conclusión  y voy a dictar mi sentencia. Yo condeno al cristianismo, yo levanto contra la Iglesia cristiana la más terrible de todas las acusaciones que jamás acusador alguno ha tenido en su boca. Ella es para mí la más grande de todas las corrupciones imaginables, ella ha querido la última de las corrupciones posibles. Nada ha dejado la Iglesia cristiana de tocar con su corrupción, de todo valor ha hecho un no-valor, de toda verdad, una mentira, de toda honestidad, una bajeza de alma. […]Yo llamo al cristianismo la única gran maldición, la única grande intimísima corrupción, el único gran instinto de venganza, para el cual ningún medio es bastante venenoso, sigiloso, subterráneo, pequeño, -yo lo llamo la única inmortal mancha deshonrosa de la humanidad. ¡Y se cuenta el tiempo desde el dies nefastus en que empezó esa fatalidad, -desde el primer día del cristianismo! -¿Por qué no, mejor, desde su último día? -¿Desde hoy? - ¡Transvaloración de todos los valores!”[14].



BIBLIOGRAFÍA
Nietzsche Friedrich. El Anticristo. Madrid: Alianza. 1981, 155p.
Nietzsche, Friedrich. Así hablo Zaratustra. Barcelona:Bruguera. 1983, p5-40.



[1] Nietzsche, Friedrich. Así habló Zaratustra. p
[2] Ibidem . p38.
[3] Idem. El anticristo. p27.
[4] Ibidem. p30
[5] p37.
[6] p28.
[7] p29.
[8] p96.
[9] p39-40.
[10] p29.
[11] p31.
[12] p33.
[13] p29.
[14] p109.

DISCURSO SOBRE LAS ESFERAS DEL PODER EN MICHEL FOUCAULT


Por el Lic. Pablo González
 Ponencia presenta en el Isehf – Sede Ciudad del Este
30 de Octubre de 2009

Buenas Tardes!!!
          Hablar de Foucault no es fácil; más aún cuando sólo se cuenta con unos minutos para presentar sus aportes en el campo de la epistemología y en la política. También por la sencilla razón de que este viaje lo hago en condiciones poco cómodas (12horas de viaje –seis venida y seis vuelta- y 20minutos de ponencia.). Quizás los efectos del ejercicio de un poder, cuya posición es más estratégica que la mía tenga mucho que ver en esta cuestión.
          Pero aún así, me encuentro con un público……………..que de seguro estaba esperando esta ponencia con muchas expectativas. Pero no esperen tanto! No les recomiendo. Yo creo que diré cosas que Uds. ya saben, por ende no creo poder aportar mucho, pero de seguro, algo quizás paupérrimo y mísero, pero algo he de dar. Entonces, por favor, tampoco se retiren.
          Bueno, creo haberles dicho que cuento que unos minutos para hablarles de epistemología y de política en Foucault. Y de seguro se preguntarán: ¿Acaso su tema no era las esferas de poder? ¿Por qué habla de epistemología, cuando en realidad le pedimos que nos hable solamente de Política? ¿Será que está un poco despistado?
          Trataré de empezar a responder esta última. Creo que sí estoy despistado. ¿Por qué lo digo? Porque para estudiar a Foucault, hay que estar un poco despistado. Pero bueno, intentaré  razonar y para así mostrarles que cuando Foucault habla de política no puede desprenderse otras instancias, pues cómo el mismo lo diría –supongo- “están siempre en relación”. Estas instancias  pueden la epistemología, las ciencias humanas, etc. Es más, Foucault puede ser catalogado como epistemólogo.
          Cuando se habla de esferas de poder en Foucault, se habla de centros de poder. Es decir, lugares en donde podría analizarse la cuestión de las relaciones  de poder. Pues bien, no confundamos focos con centro o unidad de poder. Esto es lo que nuestra noción de política nos ha hecho comprender por mucho tiempo. Por ejemplo, el Aparato del Estado.
          No es en este sentido que nuestro pensador habla de esferas, de focos; sino, en lugares concretos, instancias exactas, en donde los efectos y las relaciones de poder son mejor vistos aunque siempre estén camuflayados. Esto no significa que ahí está el poder, sino que desde esos lugares es posible estudiar la cuestión de las relaciones de poder.
          A partir de aquí,  podemos ya deducir una primera y posible conclusión: Foucault analiza las relaciones, las estrategias, las técnicas de poder desde los engranajes, puntos que sirven de sostén, focos locales en los que se puedan detectarse la ya mencionada tecnología, y  desde los cuales se dispersan, se expanden en busca hacia centros. Esto no significa que hay una instancia cerrada  y única  de poder,  sino que hay multiplicidad de engranajes.
          A continuación se puede mencionar que en Foucault existen  dos esferas bien diferenciadas, yuxtapuestas, pero no contrarias. Más bien existe una íntima relación entre ambas. Son las prácticas discursivas y las no discursivas.  He aquí que me encuentro en una posición donde necesariamente se debe ver la índole epistemológica, cuando se pretende analizar las prácticas discursivas.
          Las prácticas discursivas se circunscriben dentro del marco de saber. Y este saber es el que delimitará los sectores en los que es posible decir algo y decir algo desde unas condiciones que posibilitan el decir. Es decir, la verdad de lo que se dice, es verdad en la medida de la posición desde la cual se hable. Para Foucault, no existen verdades que están por detrás de lo dicho y que hay que buscar cuando se dice. Lo que se dice no esconde una verdad. Lo que existen son condiciones de posibilidad de los discursos. Es decir, discursividades. Para que un discurso salga a la luz, dependerá del régimen de formación de los discursos.
          Veamos qué nos dice Foucault al respecto: “En todas estas investigaciones en las que hasta ahora he avanzado  tan poco, quisiera mostrar que los “discursos”, tales como pueden oírse, tales como pueden leerse en su forma de textos, no son, como podría esperarse, un puro y simple entrecruzamiento de cosas y de palabras: (…); yo quisiera demostrar que el discurso no es una delgada superficie de contacto, o de enfrentamiento entre una realidad y una lengua, la intrincación de un léxico y de una experiencia; quisiera demostrar con ejemplos precisos que analizando los propios discursos se ve cómo se afloja el lazo al parecer tan fuerte de las palabras y las cosas, y se desprende un conjunto de reglas adecuadas a la práctica discursiva”. (Foucault. Arqueología del Saber, Buenos Aires, 2002, pág.80)
          Hay que entender que para Foucault, la verdad no es la adecuación entre el enunciado y la cosa, como lo era para el realismo gnoseológico; porque para tal efecto son necesarios:
1.- Un objeto con una esencia, que no existe;
2.- Un sujeto que capte la esencia, que tampoco existe.
Ambos elementos: sujeto y objeto no existen, más que como una función derivada y una invención del discurso que conjuntamente con efectos de poder los constituyen.
  Dice Murillo al analizar la cuestión de la verdad en Foucault: “La verdad es una ficción, inventada en la relación de fuerzas, frente a otras ficciones inventadas también. Tiene una doble historia: una historia interna, tal como se dan en las ciencias (lo enunciable) y una historia externa a partir de prácticas extradiscursivas (lo visible). De modo que la verdad tiene, en síntesis, una historia tejida en la trama del poder, ese tercer término que une visibles y enuciables.” (Murillo, Susana. Verdad e historia en Michel Foucault. pág.164. En: Augusto Pérez Lindo. El problema de la verdad: I. Estudio sobre Platón, Aristóteles, Nagarjuna, Descartes, Hegel, Marx, Nietzsche, Foucault. Buenos Aires: 1991.)
La verdad nunca es descubierta o encontrada en la interioridad de las cosas,  sino que es inventada, establecida a través de diversos procedimientos en distintos momentos históricos: así, por ejemplo, la investigación inquisitorial usada en cuestiones religiosas y jurídicas en la Edad Media sirve de modelo a la aparición de las ciencias naturales, que son ciencias de observación, de indagación; el examen disciplinario en el siglo XIX sirve, en cambio, de modelo de las ciencias humanas que surgen y está al servicio de disciplinamiento de los cuerpos. Por ende, en la modernidad la ciencia se presenta como el lugar de la verdad y ésta oculta algo que era claro en los griegos: que la verdad está vinculada con relaciones al poder.

Aquí cabe una segunda conclusión:   la verdad es un conjunto de regímenes, de procedimientos a través de los cuales el poder establece qué es lo verdadero y qué lo falso en cada momento histórico y con ello se organiza un campo de problemas dentro del cual se constituyen ciertos objetos, con aspectos visibles y enunciables (la locura, el derecho penal, la criminalidad, la sexualidad, etc.) y se constituyen sujetos (el terapeuta y el paciente, el educador y el educando), como así también todo un conjunto de enunciables que podrán ser verificados como verdaderos o falsos dentro de ese campo.
En este sentido, los discursos son formaciones cuya función es la relación entre enunciados. Un enunciado es lo que es dicho efectivamente –su formalidad- (no se pretende ver como en la hermenéutica qué verdades esconde para poder sacarlas a luz) y el régimen que condiciona esa formalidad. El saber es el conjunto de estas prácticas o formaciones discursivas.
          Dice Deleuze: “Lo verdadero no se define por una conformidad o una forma común, ni por una correspondencia entre las dos formas. Existe disyunción entre hablar y ver, entre lo visible y lo enunciable: lo que se ve nunca aparece en lo que se dice, y a la inversa.” (Deleuze, Gilles. Foucault, Buenos Arires, 1987, pág.93)
          Es preciso aclarar que el saber no puede ser  identificado con “La ciencia”; es horizonte y condición de posibilidad de ella.  Entonces, el saber tiene aspectos discursivos y no-discursivos, o enunciables y visibles; enunciables, el discurso psiquiátrico, el criminológico, el pedagógico, el económico, etc.; visibles, los locos, los criminales, los educantes, los bienes, la organización física y arquitectónica del hospital, de la prisión, del aula, las prácticas  terapéuticas o educativas, todos ellos tienen aspectos, disposiciones, regímenes de  luz, que muestran un saber implícito, a partir de relaciones de poder explícitas. Entre saber y poder existe una estrecha relación. El poder crea saber y el saber fortalece las relaciones de poder.
“El discurso trasporta y produce poder; (….). Los discursos son tácticos en el campo de las relaciones  de fuerza; puede haberlos diferentes e incluso contradictorios en el interior de la misma estrategia (….). A los discursos (…)hay que interrogarlos en dos niveles:  su productividad táctica (qué efectos recíprocas de poder y saber aseguran) y su integración estratégica (cuál coyuntura y cuál relación de fuerzas vuelve necesaria su utilización en tal o cual episodio de los diversos enfrentamientos que se producen).”(Foucault. Historia de la Sexualidad: Voluntad de saber, tomo 1, Madrid, 1977, pág123-124)
          Al entender Foucault el poder como relación de fuerzas, al partir de las operaciones, de los mecanismos y las estrategias, ello debe señalar un campo exacto, concreto, puntual, estratégico y desde donde es posible ver tales operaciones y tales relaciones. Como el poder crea saber y el saber otorga poder, y como resultado de esta relación es la constitución de los sujetos y los objetos, tiene que existir un lugar histórico en la que se observen y que de hecho se den estas constituciones. ¿Dónde ocurren estas relaciones? ¿En qué momento y qué circunstancias son visibles tales relaciones?
          Deleuze,  en su obra Foucault,  manifiesta que la institución es el lugar por excelencia “el inevitable factor de integración, donde las relaciones de fuerza se articulan en formas: formas de visibilidad, como aparatos institucionales, y formas de enunciabilidad, como sus reglas” (Deleuze, pág18)
Según Foucault, durante el siglo XVIII y XIX se inventaron técnicas de poder tales que este poder ya no actúa por extracción, sino por producción y maximización de la producción. Un poder que no excluye, sino más bien incluye. Un poder que no actúa por la separación en grandes masas imprecisas, vagas, confusas, sino por distribución según focos, engranajes, maquinarias. Un poder que no está ligado la ingenuidad de la ignorancia sino, al contrario, a toda una serie de mecanismos que aseguran la formación, la transformación, la acumulación, el crecimiento del saber.  (Cf.Los anormales: Curso en el Collège de France (1974-1975). Buenos Aires, 2000. pág.55.)
Ahora bien, ¿Cómo se produce la transformación? Es posible observar  un proceso circular que es muy típico de esas tecnologías de saber y poder: Durante esta etapa se introdujeron y se multiplicaron instituciones de poder y especializaciones de saber, que tomaron forma en la prisión,  en los seminarios, en las escuelas, en los colegios,  en los talleres, en el ejército, etc.; en síntesis, unas instituciones donde se recorta, de alguna manera privilegiada, el cuerpo del individuo y el control del mismo a partir de su disciplinarización.
Aquí es preciso tener  algunas consideraciones: primera, que desde el siglo XVIII se han venido inventando tecnologías de poder que faciliten el control de los cuerpos; segunda, que estas tecnologías toman forma en ciertos aparatos tales como hospitales, cárceles, talleres, e inclusive el Estado,  pero que no es la única que puede existir ni tampoco ella puede convertirse en determinante de las relaciones de poder; tercera, que estas invenciones están ligadas a un entramado de relaciones que parten de la relación entre poder-saber y;  por último y como consecuencia de las anteriores, no puede determinarse un lugar, un centro desde donde parte el poder hacia otro foco, hacia donde se dirija la fuerza del poder.
Dice Foucault: “Se trata en cierto modo de una microfísica del poder que los aparatos y las instituciones ponen en juego, pero cuyo campo de validez se sitúa en cierto modo entre esos  grandes funcionamientos y los propios cuerpos con su materialidad y sus fuerzas”.  (Foucault, Michel. Vigilar y Castigar: el nacimiento de la prisión. México,2004, pág.34)
Entonces, se trata de determinar formas de institucionalización en donde son visibles las estrategias, las relaciones y los efectos de poder saber. Son visibles en ellas,  puesto que ellas ponen en funcionamiento esa gran maquinaria de relaciones microfísicas del poder. Es por esta razón que es posible analizar tales relaciones de poder enfocando cuidadosamente la mirada hacia estas determinadas instituciones. “Estas últimas constituyen un punto de observación privilegiado, diversificado, concentrado, puesto en orden y llevado al punto más alto de su eficacia” (Foucault. El sujeto y el poder, pág.17. Disponible en: www.philosophía.cl).
Por último, tercera conclusión.  Para Foucault “la institución será el lugar eminente donde el ejercicio del poder es condición de posibilidad de un saber, y donde el ejercicio del saber se convierte en instrumento del poder. La institución, a la que Foucault ha dedicado páginas tan penetrantes, al asilo o el manicomio, al hospital, la cárcel, la escuela, el taller…, es el lugar de encuentro entre estratos y estrategias, donde archivo de saber y diagrama de poder se mezclan e interpenetran, sin confundirse”. (El sujeto y el poder, pág.17.)
Las formas de una institucionalización fácilmente puede combinar  predisposiciones tradicionales, estructuras legales, fenómenos relacionados a la costumbre, también pueden tomar formas de un aparato cerrado en sí mismo, como un lugar específico, una autonomía relativa en su funcionamiento.
Empero, también puede tomar la forma de un aparato mucho más complejo, provisto de otros aparatos. Este es el caso del Estado, cuya función es poner todo bajo su salvaguarda, el control, la regulación y la distribución de relaciones de poder en un entramado social.

BIBLIOGRAFÍA

 Otras obras del autor:

1.      Foucault, Michel. Arqueología del Saber. Buenos Aires: Siglo XXI, 2002.
2.      ……………... Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000.
3.      ……………... El sujeto y el Poder. [Consultado el 05 de enero de 2009] Disponible en:   www.philosophía.cl
4.      ……………... Historia de la Sexualidad: la voluntad de Poder. Tomo1. Madrid: Siglo XXI, 1977.
5.      ……………... La verdad y las formas Jurídicas. Barcelona: Gedisa. 1996.
6.      ……………... La vida de los hombres infames. Barcelona: la Piqueta, 1990.
7.      .……………... Los anormales: Curso en el Collège de France (1974-1975). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000.
8.      ……………. Saber y verdad. Madrid: La piqueta, 1985.
9.      ……………... Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Buenos Aires: Alianza, 1992.
10.  ………………Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. México: Siglo veintiuno ,2004.
c.- Otras fuentes:
1.      Bonetti, José Antrés. Michel Foucault, pensador de la historia. p.113-126. En: Revista  de filosofía Anthropos. Enero-diciembre, 1996.
2.      Chartier, Roger. El poder, el sujeto, la verdad: Foucault lector de Foucault.   p.100-127. En su: Escribir las prácticas: Foucault, de Certeau, Marin. Buenos Aires: Manantial, 1996.
3.      Deleuze, Gilles. Foucault. Buenos Aires: Paidós ,1987.
4.      Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía [CDRom]. Lisboa: Don Quijote, 1978.
5.      Gómez Pardo, Rafael. Introducción crítica a la Arqueología de Michel Foucault. p.107-122. En: Revista de filosofía colombiana Ideas y Valores. Abril, 1989.
6.      Lanceros, Patxi. Michel Foucault: poder y sujeto. p.17-34. En: Revista de filosofía Anthropos. Julio-Diciembre, 1995.
7.      Martínez Riu, Antoni y Jordi Cortés Morató. Herder. Diccionario de Filosofía [CD Rom]. Barcelona: Herder, 2008. 
8. Murillo, Susana. Verdad e historia en Michel Foucault.

LA LEY: ¿SOBERANÍA O ATADURA?


Por Pablo González
Lic. en Filosofía
 
            Una situación muy condescendiente es la que se vive en el Paraguay. Muy condescendiente en cuanto que se acepta y se prioriza el amiguismo, el nepotismo y la corrupción.
El Paraguay está regido por sus leyes y exige a  los ciudadanos el cumplimiento de las mismas. Es el contexto de democracia que favorece al sector más sublime y poderoso y deja de lado al sector más marginado y mísero.
Mi objetivo principal es ver, analizar, estudiar en que medida se cumplen estas leyes sancionadas y promulgadas en la Constitución Nacional y, como se ven beneficiados algunos sectores; y perjudicados, otros, de la forma más burda y cruel . Para ello, sólo tomaré algunos puntos esenciales que hacen alusión las condiciones reales de la observación, el control y los castigos que se imponen, si existen disentidores y/o desertores del sistema. Busca  principalmente prender las luces en aquellas partes más obscuras y ver realmente aquello que hay  ante nuestros ojos: pues una cosa es lo que está escrito y otra, la realidad.
En el sistema dialéctico hegeliano, uno de los momentos en el espíritu objetivo, dentro del derecho, la antítesis del mismo es la ofensa. Esta es el hecho de incumplir, restringir e infringir la ley; por ende, este trae consigo el castigo que implica una condena que es o debe ser la restitución de la libertad perdida con la ofensa.
Algo real y concreto es el sistema de derecho que implementan los gobiernos de los países en pos del bienestar y la tranquilidad de los ciudadanos de esa república.
El derecho es un sistema universal, ideal, abstracto que puede, tiene y debe ser aplicado en el estado, por y para sí. Cualquier ruptura del mismo tiene que ser sancionado y condenado, no la persona, pero si el hecho que condujo a la persona a esa ruptura. Y por cuanto a la persona se refiere, debe devolvérsele la libertad que ha perdido, pues esa desavenencia trae consigo la pérdida de libertad que de por sí la persona la ha roto.
Esto significa que cualquier sanción, pena, condena o castigo supone una oportunidad, una reapertura, una rehabilitación y una devolución de libertad, y no un castigo por el castigo, sino con intención de reposición de aquella libertad que había perdido.
 Ante esta propuesta o filosofía, surge en mi unas cuantas preguntas: ¿Será que este sistema propuesto por Hegel pueda ser aplicada a nuestra realidad? ¿Qué sistema de derecho tenemos? Y este sistema, ¿Es equitativo para todos los ciudadanos? ¿Y será que el castigo ante la ofensa es restitutiva de libertad o  más bien, busca la destrucción, la ruina de la persona en las penitenciarías?

El sistema de derecho en el Paraguay es el sistema constitucional, es decir, las leyes son propuestas, sancionadas y promulgadas por los representantes del estado paraguayo en una Convención Nacional Constituyente.
Pero este sistema de derecho, ¿Será que realmente es el más adecuado? Siendo adecuado o no, es el sistema de derecho paraguayo. Es un sistema, que  mientras los ciudadanos sean ciegos, sordos y mudos, y los gobernantes sean ladrones, usurpadores, corruptos, usureros y aprovechadores, es parcialista.
En la medida en que se pretenda cambiar y mejorar una constitución, reemplazar y promulgar una nueva ley, vendrán las oposiciones y el rechazo o la aceptación  de tal o cual ley que favorezca las intenciones burdas y aprovechadoras de los representantes supuestamente elegidos por los mismos ciudadanos.
Hegel propone un estado de derecho  libre y soberano, en el que la igualdad de condiciones, el respeto de la libertad y la dignidad de las personas, sean las prioritarias y que esos derechos sean usados por todos en la misma medida.
El hombre es un ser que conoce y se apropia de las cosas. En la medida que se va apropiando de las mismas, se va dando cuenta de que puede hacer esto y no aquello; tomar esta cosa y no aquella; y también se da cuenta de que los otros pueden hacer lo mismo y que ellos no pueden ser tomados como objetos, ni estos pueden tomarle a él como tal, y que deben ser respetados en su integridad y dignidad.
Si existen beneficiados deben haber benefactores y perjudicados. Es decir, aquellos que son favorecidos por penas  o condenas, y los que son perjudicados con las mismas condenas de los condenadores.
Hegel establece y pone énfasis en tres formas de infringir la ley y que merecen ser restituidas y normalizadas:
  1. Ingenua: es aquel que comete un hecho delictivo creyendo que está haciendo el bien y que, sin embargo, está mal.
  2. Fraude: es hacer un mal conscientemente bajo el aspecto legal, es decir, valerse de  la ley para protegerse y demostrar el hecho como legal. Es intencionado, y se usa el derecho bajo el subjetivismo y se interpreta el mismo de una manera inadecuada, incorrecta y errada.
  3. Delito: se viola la ley abierta y conscientemente, sin tener en cuenta los derechos de los demás y las consecuencias de esa violación.

Estas formas de transgredir las leyes merecen un castigo que supone la rehabilitación del condenado y debe ser impartido en forma equitativo, de igual manera para todos.
En el artículo 46, del capítulo III de la Constitución Nacional que se refiere a la igualdad entre las personas, promulga: “Todos los habitantes de la República son iguales en dignidad y derecho. No se admiten discriminaciones. El Estado removerá los obstáculos e impedirá los factores que las mantengan o las propicien”.

En el artículo 47, del mismo capítulo y de la misma constitución, declara: “El Estado garantizará a todos los habitantes de la República:
  1. La igualdad para el acceso a la justicia a cuyo efecto allanará los obstáculos que la impidiesen;
  2. La igualdad ante las leyes;
  3. La igualdad para el acceso a las funciones públicas no electas sin más requisitos que la idoneidad; y
  4. La igualdad de oportunidades en la participación de los beneficios de la naturaleza, de los bienes materiales y de la cultura”.

Teniendo en cuenta estas leyes promulgadas y sancionadas por la Constitución Nacional me interrogo: ¿En qué  medida puede haber inequidad, si la constitución no la promueve? ¿Cómo puede existir perjudicados, marginados, si  la constitución suscita la igualdad de condiciones entre todos?
Hegel respondería, en este caso, que existe el derecho que es universal, abstracto e ideal, pero el que la imparte es un ser humano que posee una moralidad. Este es el juez interior que cada uno tiene.
Con esta afirmación queremos afirmar que la culpabilidad recae y compete exclusivamente a los gobernantes y responsables de juzgar, que son los garantes de impartir una  justicia equitativa para todos. Compete al Estado y los representantes, que deben conducir al país hacia el desarrollo y progreso, que mejore la calidad de vida y garantice la misma. Este es el Estado que debe y tiene que responder por la igualdad de oportunidades y condiciones para todos los ciudadanos.
Sin embargo, estos representantes nuestros en el poder están ahí por el poder, manejados por el deseo de la ambición y la vanagloria, y no por anhelo de conseguir una patria justa e igualitaria. No tienen conciencia moral para juzgar qué es lo bueno y qué es lo malo. Aunque Hegel diría que tienen la conciencia moral distorsionada y tergiversada por la  avaricia y la codicia de poder por y para sí, pues esta misma conciencia es la que ordena  hacer tantas crueldades bajo la forma del bien. Y esta la primera forma de ofensa.
A pesar de lo resaltado en el párrafo anterior, no es la forma más común de transgredir las leyes. Las más  frecuentes y habituales  son el fraude y el delito. Así realizar una actividad o hecho ilícito bajo los aspectos más formales y legales, pues se hace entender que el crimen que se está haciendo es correcto, natural, lógico y legal. Y por otro lado, se comete un montón de iniquidades, crueldades y crímenes contra el pueblo paraguayo sin necesidad de esconder ni de legalizar, pues se sabe que pagando o tranzando se puede conseguir todo en nuestro país.

Ocurre de todo en nuestro país. Los pobres son los separados, degradados y rechazados por el estado; no pueden requerir el cumplimiento y, mucho menos, defender sus derechos porque no lo tienen o no poseen las condiciones mínimas para pretenderlas. Los ricos son los amparados por las leyes. Tienen plata, poder, leyes a su favor. Pueden pagar y consiguen lo que quieren.
Si existe un robo, el culpable es aquel miserable que no tenía que comer y tuvo que acudir a un último recurso. Sin embargo, es castigado y condenado por el rigor máximo de la ley. Si existe robo de millones y millones, no hay culpables, o si las hay son “buscados” pero no encontrados, o por si desgracia caen, tienen el derecho  a pedir penas sustituvas, como pagar fianza o solicitar prisión domiciliaria.
Me pregunto: ¿De qué libertad se habla si no se puede pedir, denunciar y mucho menos, defender nuestros derechos? ¿De qué igualdad se habla, si existen personas muriendo de hambre, y otros, ofrecen manjares y banquetes porque es el día de su santo? ¿De qué igualdad se puede hablar, si en la cárcel hay inocentes muriendo y otros que son culpables sin tener condena, y otros, están afuera bajo el camuflaje de pena sustitutiva, de la  prisión domiciliaria, merodeando y vagabundeando repitiendo las mismas hazañas cometidas anteriormente?
¿De qué igualdad de oportunidades se puede hablar, si existen barrios enteros marginados  por el gobierno, y existen otros que viven en barrios cerrados, con mansiones de lujo, con seguridad  y otros servicios incluidos? ¿De qué garantías se habla, si enfrente del propio palacio legislativo y detrás del palacio del gobierno, está el cordón de pobreza, en donde se ve el más claro ejemplo de inequidad y marginalidad? ¿De qué igualdad ante las leyes se puede hablar, si dentro del palacio de justicia lo primero que se mira es el aspecto de las personas y revisar sus bolsillos?
Existen los más favorecidos por estas leyes, pues cuentan con todas las condiciones, no necesarias, para acceder a los derechos y que son los ricos.  Existen los desfavorecidos, por el simple hecho de no tener la oportunidad y están olvidados dentro y fuera de la ciudad.
            No habrá cambios si no se plantea una nueva constitución, en que aparte de hablar de los derechos de los poderosos y la obligación de los pobres, hable también del derecho de los pobres y la obligación de los poderosos.
La forma de gobierno adoptada por nuestro país, es la democracia. Democracia significa ser parte el pueblo de las decisiones tomadas y ser todos propulsores de un país equitativo, digno y libre. Democracia es dar oportunidad a todos de decidir y vivir su libertad.
El artículo primero de la forma del estado y de gobierno, de las declaraciones fundamentales de la Constitución Nacional aclara que “la República del Paraguay adopta para su gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista, fundada en el reconocimiento de la dignidad humana”.
Esta es la forma de gobierno en los papeles, pero en la realidad es otra cosa: paraguayos que no tienen educación, salud, trabajo. Cada día hay miles y miles de compatriotas asentados en las plazas  luchando para conseguir tierras para sus cultivos, educación para sus hijos, techo para sus familias. Entonces me pregunto: ¿Son necesarias las protestas, cuando la democracia propone el reconocimiento de la dignidad humana? Una vida digna significa tener casa, trabajo, salud, educación para todos. 
Todos los ciudadanos del Paraguay tienen derecho a vivir en país que les otorgue la libertad y las condiciones y oportunidades para vivir esta libertad y así vivir dignamente. En caso contrario, se tiene el derecho de reclamar, requerir, presionar al estado para otorgarles esas condiciones y oportunidades de realizarse como seres humanos.